miércoles, 27 de octubre de 2010

Cómo muere un lugar

La vida y la muerte humana existen,  si alguien ha certificado su nacimiento o su defunción.  Entre ambos momentos otra serie de documentos avalan o registran nuestros pasos.  Son las migas de nuestro particular cuento.  Algo similar ocurre con las empresas, asociaciones y demás entidades que laten mientras generan actas e informes.

Hoy, dos preguntas martillean mi cabeza: ¿cómo nace y muere un lugar?  Vivimos en un momento en el que decir "no es de nadie" es incorrecto. Todo tiene dueño, aunque sea desconocido.  Todo tiene un titular que religiosamente dará cuenta de sus  posesiones al organismo o institución correspondiente.  Nada parece quedarse en el limbo de  la nada. 

Los  lugares  parecen estar en continua transformación, siguen un ciclo de vida que, a veces, se nos escapa de las manos y del entendimiento.  Visitamos lugares que un día fueron foco de vida y hoy son paseo de la desolación…  yo no puedo dejar de preguntarme si hubo alguien o algo que un día recorrió esos lugares repartiendo el sacramento de la unción,  si el medico corrió a su auxilio en su agonía, y, después, certificó su muerte; si hubo alguien que derramó unas lagrimas en su sepelio, si alguien lleva a su sepultura sobre la tierra unas flores cada uno de noviembre,…

Me pregunto cómo se documenta "oficialmente" la muerte de un pueblo, cómo se borra el nombre del mapa carreteras y del listado de  poblaciones,…  

viernes, 1 de octubre de 2010

Hay lugares a los que uno va, porque nadie te manda

“Hay lugares a los que uno va, porque nadie te manda”. JM




Dicen que la repoblación forestal fue la promesa de un futuro que acabó dejando esa sierra hundida en el abandono y el silencio sepulcral. La lana dejó de ser la gallina de los huevos de oro. Resulta paradójico que las comunicaciones, en forma de una sencilla pista forestal, llegaron a tiempo para facilitar la salida de los que aún allí quedaban. Fracasó la semilla de esperanza. Se cerraron puertas y ventanas. Se perdieron horizontes infinitos.

Cuando uno recorre ese camino que por los setenta usaron aquellas gentes en busca de un futuro que allí se les había arrebatado, uno toma conciencia de la importancia que algunas decisiones políticas puede tener. De nada sirvió que alguna de esas calles fuera lugar de juego infantil de alguna de las personalidades de la época. Todo parece ser pasto del olvido. Las opiniones se dividen entre aquellos que hablan de ingratitud de los hijos del pueblo y otros de esa losa que pesa y duele cuando uno vuelve…

He visto convertida una iglesia en refugio de vacas, pueblos engullidos por las zarzas y otros que sobreviven relativamente limpios gracias a esos vecinos no esperados. Enclaves con encanto, inaccesibles sin razón aparente... Cómo dicen por allí, al burro muerto la cebada al rabo…

A veces me pregunto si alguien habrá tenido en su conciencia martilleando algunas decisiones no tomadas, o tomadas a destiempo,…


Tanta prisa tenemos por hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir.  (Robert Louis Stevenson)

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Foto: Armejún (Soria)

jueves, 23 de septiembre de 2010

Respeto

De pequeña jugaba  entre paredes derruidas a las casitas, retirábamos las malas hierbas, recolocábamos las piedras e imaginábamos un hogar donde vivir  los sueños. Oía hablar de otros tiempos, no demasiado lejanos, donde la vida fluía a borbotones,  de las vueltas a la parva y las visitas a un convento que la amortización hirió de muerte.  He vivido la decadencia,  el dolor sangrante de la emigración, la tristeza infinita cuando uno no encuentra en su lugar el paraíso de la infancia…

Soy una de esas personas que no ha sabido (ni pretende) sacudirse la tierra adherida a sus zapatos, y sigue sin cortar ese cordón umbilical. Tal vez por eso, cuando recorro lugares  donde el tiempo no conoce horas ni minutos, sino silencios  y soledades, no puedo dejar encerrados los sentimientos y los recuerdos.

Me gustaría pensar que he logrado saber colocarme a la distancia idónea para ver las cosas sin sentir el dolor agudo y a la vez, para saber valorar lo que tengo enfrente…

No puedo evitar entristecerme cuando llego a uno de esos lugares donde la falta de respeto es más grande que el abandono, donde robar sigue teniendo cinco letras y sigue siendo un delito, donde los derechos de las propiedades privadas son los mismos que en los demás lugares, por mucho que haya una puerta sin cerrar.

De pequeña oí muchas veces, se toca con los ojos,.. y yo añadiría, no te lleves más imágenes

Haz lo que te es propio, que nadie te desvíe. Pitágoras.

martes, 31 de agosto de 2010

Resurgiendo

Dicen que las primeras veces  es lo que uno recuerda con el tiempo. No sabría situar cuando fue la primera vez que oí hablar de Sarnago.  Probablemente su nombre se cruzó en algún texto  y se quedó ahí, atrapado en las telarañas de mi memoria.  Después uno sigue leyendo y escuchando… pero el poso inicial sigue ahí. La semilla ya está lanzada a la tierra y sólo falta esperar que germine o se pierda...
Cuando uno lleva muchos lugares recorridos,  a uno le entra la duda de si será capaz de encontrar suficientes diferencias respecto de los anteriores, para que adquiera una entidad clara en su memoria personal…  las ruinas van borrando argumentos, las zarzas se empeñan en esconderlos…
Sus calles  siguen viviendo entre los fantasmas de los que se han ido, y de los que se empeñan en recorrerlas para transmitirles vida,  y arrancar del olvido lo que ellos recuerdan de cuando la vida burbujeaba constantemente…
Siempre les estaré agradecida por su generosidad al hablar, y al enseñarme su museo. Fue volver a la infancia, a la casa de mi abuela materna, a los recuerdos que resurgen como fuegos artificiales, a borbotones,… Fue abrir la puerta de un paraíso perdido, volver al regazo de unos tiempos  que siento que me robaron…

miércoles, 16 de junio de 2010

Sienten el afecto de lo que un día fueron sus vecinos, pero ya no reciben sus visitas. Fueron acogedores aunque no lo parezcan. No recuerdan el griterío de los niños,  ni los coros de gente en sus calles al final de la jornada. Guardan vida en sus entrañas pero no saben cuál será la suya. Sobreviven atrapados en la desmemoria, ausentes en su propia existencia avanzan moribundos en el camino del olvido.

Las hierbas emborronan veredas no transitadas, silencios no rotos, ausencias cada vez más hondas y más dolorosas…

Ellos también  padecen su particular alzheimer

jueves, 10 de junio de 2010

Ausencia, una costumbre añadida

No se porqué me atrae tanto ese mundo de oxido y olvido. Quizá porque cómo dice Llamazares "vengo de un mundo y he sido transplantado a otro", y me cuesta encontrar mi sitio. Es como si arrastrase tras de mi esa maleta de hojalata que un día heredé.

Hoy me apetecía hablar de ese mundo condenado a desaparecer engullido por las zarzas y las ortigas, obligado a arrodillarse ante el olvido, aplastado por el peso del silencio. Es la revancha a un tiempo de conquistas sobre la tierra que se cobra ahora su venganza.

"El último habitante de …" cualquier lugar no sería muy diferente a éste que deambula por las calles, conviviendo con los fantasmas de los difuntos y la soledad de los recuerdos. Es como si al final de nuestros días necesitásemos remover las piedras del pasado intentando, quizá, encontrar un sentido a nuestra existencia e ir atando cabos sueltos. También miedos. Parece como si estuvieran esperando ese momento de flaqueza para despertarse y entorpecer la tranquilidad de aquél que acepta con resignación su destino. Es un morir lentamente, una búsqueda de un refugio interior cuando las fuerzas fallan y el exterior empieza a parecer irreal. Quizá la memoria sea entonces una gran mentira, mientras la realidad y la imaginación se confundan irremediablemente.

"Era como si el tiempo se hubiera congelado de repente. Como si el viejo río de los días se hubiera detenido bajo el hielo con­virtiendo mi vida en un interminable e inmenso in­vierno. Ahora miro hacia atrás buscando aquellas tar­des, remuevo en mi memoria las hojas del silencio y encuentro solamente un bosque sepultado, deshe­cho por la niebla, y un pueblo abandonado por el que cruzan los recuerdos como espinos arrastrados por el viento. " del libro Lluvia amarilla de Julio Llamazares


Entre ruinas y soledad

"El tiempo acaba siempre borrando las heridas. El tiempo es una lluvia pacien­te y amarilla que apaga poco a poco los fuegos más violentos. Pero hay hogueras que arden bajo la tie­rra, grietas de la memoria tan secas y profundas que ni siquiera el diluvio de la muerte bastaría tal vez para borrarlas. Uno trata de acostumbrarse a con­vivir con ellas, amontona silencios y óxido encima del recuerdo y, cuando cree que ya todo lo ha ol­vidado, basta una simple carta, una fotografía, para que salte en mil pedazos la lámina del hielo del ol­vido."

"Era como si el tiempo se hubiera congelado de repente. Como si el viejo río de los días se hubiera detenido bajo el hielo con­virtiendo mi vida en un interminable e inmenso in­vierno. Ahora miro hacia atrás buscando aquellas tar­des, remuevo en mi memoria las hojas del silencio y encuentro solamente un bosque sepultado, deshe­cho por la niebla, y un pueblo abandonado por el que cruzan los recuerdos como espinos arrastrados por el viento."

Libro: La lluvia amarilla. Julio Llamazares

martes, 25 de mayo de 2010

Clasificando paraisos perdidos

Cuando uno se pierde, o se encuentra, por algunos de estos lugares que primero son despoblados y luego abandonados, uno va anotando mentalmente pequeños detalles para "rumiarlos" más tarde, cuando las sensaciones no están tan a flor de piel.

No se si hay algún test que permita catalogar esos lugares, y que permita cuantificar el abandono y olvido que sufren.

Si sólo pudiese observar una cosa, miraría el estado de su iglesia (si la hay). Siempre he pensado que cuando ese edificio se derrumba es porque nadie hay que lo mantenga.

También me fijo en su cementerio, en las fechas de sus cruces, y en esas visitas que van decreciendo según van desapareciendo esos hijos pródigos.

La presencia de zarzas y malas hierbas que atacan derrumbes y borran sendas y caminos nos indican el grado de olvido que llevan padeciendo. Debemos observar además, el estado de las viviendas, su nivel de desplome, sus puertas cerradas, el grado de pillaje y de gamberradas…

La ausencia de cables del tendido eléctrico, y de depósitos de agua ayudan a hacernos una idea de cómo fue la vida domestica en los últimos años. Los aperos de labranza, las majadas y corrales, los muros de piedra que delimitan prados y huertos son otras pinceladas en ese paisaje que se borra irrediablemente ante nuestros ojos.

Otros aspectos a tener en cuenta son la accesibilidad del lugar, y la presencia de algún núcleo poblacional cercano de mayor magnitud.

Todos estos pequeños detalles van dando forma a la historia de un lugar donde ya nadie espera, aunque todos los que fueron están, paseando por sus calles, en la memoria de los que un día sintieron que ese era el paraíso perdido…

lunes, 26 de abril de 2010

"Pasan los siglos, caducan las distintas visiones de la vida, pero siempre que el hombre agudiza su conciencia descubre que el mostruo está cerca."
Augusto Monterroso

miércoles, 17 de marzo de 2010

Tiempos valiosos


Por sus calles las sombras caminan sin dejar huella, el viento aúlla en silencio y la carcoma va ganando su batalla a esos rincones donde el olvido fija su residencia habitual.
 
De vez en cuando la conciencia social se agita y algunos lugares recobran protagonismo durante unos minutos para volver al siguiente instante al cajón del olvido. No existen transfusiones eficaces de vida para esos lugares que agonizan. Mucho menos para los fallecidos que aún esperan una oración por su alma antes de que los saqueadores  les visiten intentando hacer su agosto, aunque sea invierno.
 
Todo parece condenado a reducirse a nada, a ir desmembrándose ante la mirada impasible de una sociedad con otras prioridades.  No son proyectos económicamente rentables.  El romanticismo fue una época que ya no esta en uso y no hay suficientes "locos" que quieran vivir alejados de la enjambre del asfalto.  
 

Las veredas que no se transitan acaban borrándose, la memoria se pierde con el tiempo…  un tiempo demasiado valioso que se pierde cuando miramos hacia otro lado, o simplemente cuando miramos sin ver…