miércoles, 25 de noviembre de 2009

Zárabes


A modo de adivinanza(*), en una sección los lunes, mostraban una foto y daban unas pistas para que los lectores del periódico localizasen dentro de la provincia ese lugar. Hablaban de Zárabes.

Una localidad que hasta aquel día yo no hubiese sabido colocar en el mapa, del que nunca había oído hablar. Otro lugar herido por la despoblación. Otro pueblo más que añadir a la lista del "debe" (uno ir y conocer).Siempre digo que las iglesias son el barómetro de los lugares. La salud de esos edificios religiosos es más importante que la suya propia, al menos en los rurales castellanos de este siglo. Aquella estampa era desoladora...

Prometí a los vecinos veraneantes que pondría mi granito de arena para denunciar aquel abandono y, para animarles, a continuar su empeño por mantener en pie, lo poco-mucho que quedaba de aquella que un día fue lugar de reunión de sus gentes, ahora ausentes


Foto: Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (Zárabes, Soria)

1.- De 150 habitantes a principios del siglo XIX ha pasado a tener uno sólo censado, según los últimos datos de 2008.
2.- Situado en el campo de Gómara, sus visitantes se encuentran arte en ruinas en sus edificios.
3.- Cuenta con el récord de haber tenido a la alcaldesa de mayor edad en la década de los años ochenta.

jueves, 20 de agosto de 2009

Cuentas del collar de la despoblación

Acrijos, Albalate, Albocabe, Alconeza, Aldehuela el Rubio, Algondrón, Aragel, Ardachosa, Armejún, Baniel, Boillos, Borque, Bretuncillos, Buimanco, Cabrejuelas del Hoyo, Cabreriza, Canos, Castellanos de la Sierra, Castellanos del Campo, Castril, Cubillos, El Vallejo, Escobosa de Calatañazor, Estepa de Tera, Fuentebella, Fuenterrey, La Mercadera, La Miñosa, La Muedra, La Pica, La Vega, Lería, Lérida, Manzanares, Marazovel, Masegoso, Mazalacete, Navapalos, Osonilla, Peñalcázar, Peñazcurna, Rabanera, Rebollosa de los Escuderos, Riotuerto, Cubo de la Solana, Santa María del Val, Sarnago, Sotillos de Caracena, Torretarrancho, Trigocernido, Vadorrey, Valdecantos, Valdegrulla, Valdelavilla, Valdemoro de San Pedro Manrique, Valladares, Vea, Velacha, Velasco, Villarijo, Villaseca Bajera, Yuba, …


Son cuentas de un collar que la memoria guarda como un tesoro, esperando que milagrosamente un brote verde surja en primavera. Lugares sedientos de susurros y de pasos.

Dicen que no hay caballo que más corra que el tiempo, y allí parece detenido… o quizá sólo sea un reflejo, porque el barro y la piedra, la madera y el oxido van perdiendo paulatinamente la batalla contra las zarzas y la maleza.

La indiferencia no cabe en estos sitios. O te atraen o los repeles. O amas la nostalgia que se respira allí o sientes la necesidad de mirar a otro lado y continuar, como si nunca se hubiesen cruzado en tu camino…

Un despoblado es una aldea o pueblo que en el presente ya no tiene habitantes permanentes. Pocos o casi ninguno, los más afortunados, han acogido en su regazo algún habitante aunque sea temporalmente en verano. Pero la mayoría siente la carcoma del olvido en su vientre, el viento recorriendo sus calles que se van borrando. Son más de los que debieran, y aún sangran las heridas de los que un día partieron de allí. Duele ir y ver como los vándalos no respetan lo que un día fueron hogares. Duele doblemente. Quizá tanto como cuando uno siente la impotencia al pasear, por alguno que moribundo, aún no aparece en la lista de “deshabitados” pero que avanza inevitablemente hacia allí…


No se puede volver a un lugar a donde nunca se ha ido, aunque uno haya estado allí muchas veces a través de las palabras de otros. Yo siento que regresé a Vea.


Fotos: Vea (Soria)


miércoles, 3 de junio de 2009

La muerte de un lugar

Cuando uno se adentra en uno de esos lugares donde ya nadie espera, uno no puede dejar de preguntarse qué hizo que se escribiese el punto final de ese mundo o, al menos, un punto y a parte además de unos cuantos folios en blanco. Uno recorre calles, entra sin llamar en casas que abren sus puertas añorando el calor humano, se asoma a ventanas que sobreviven milagrosamente al paso del tiempo, llega a esos puntos geográficos donde se palpaba el pulso diario del lugar, pero ya no hay latidos. El agua ya no pasa por el molino, los artilugios de labranza están sepultados bajo los tejados de los corrales, las tenadas ya no guardan nada más que silencios, y las cruces del cementerio son las únicas que, con nombres y fechas, corroboran que hubo un tiempo en el que la vida allí tenía incluso apellidos.

Mirando ese puzzle de piedras y adobes que desafían el paso del tiempo y la ausencia de sus mecenas, uno más que caminar, arrastra los pies y los pensamientos. Y quizá, en esos momentos de nostalgia a flor de piel, uno se pregunta cuándo muere un pueblo, un lugar, o si son como las estrellas que siguen brillando un tiempo aunque ya no haya vida en su interior.


Quizá esa primera gotera de la iglesia que nadie arregla, es el primer síntoma de esa muerte que se aproxima, y nos ronda como buitres alrededor de un animal moribundo,…

Nadie le da la extremaunción, ni certifica la defunción de ese lugar que muere en soledad, que se lleva la historia de los que allí fueron como ese cabo de vela que se ahoga en un mar de cera derretida…

miércoles, 27 de mayo de 2009

Ruinas y óxido

Ruinas y oxido. Una combinación que crece como la curva exponencial del olvido por esos lugares que un día tuvieron palacios, casas señoriales e incluso castillos, y ahora, en el mejor de los casos, intentar abrillantar turisticamente los recuerdos que casi nadie ya recuerda, porque casi nadie hay para hacerlo.

Como bien decía aquella muchacha, experta en arte, a veces necesitamos aportar nuestra particular visión a las cosas, para hacer la historia nuestra, para contagiar nuestro entusiasmo a los que nos escuchan, para devolverle quizá el esplendor que nunca tuvo, para sentir el latido efímero de otros tiempos…

Caminar es ir descubriendo lugares, mirar y preguntarse qué es algo, y también cuál ha sido el derrotero que ha hecho que llegasen así hasta ese ahora, que a veces agoniza y otras pide auxilio mientras nos sentimos atados de pies y manos o, simplemente, miramos cobardemente hacia otro lado pensando que eso no va con nosotros…

Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos
voy caminando solo
triste, cansado, pensativo y viejo.

Antonio Machado.

Foto: Aguilera (Soria)

martes, 19 de mayo de 2009

Nuestros pueblos

Pienso mientras recorro con la mirada kilómetros que son pestañeos y lugares que se vistieron de fiesta en otros tiempos y ahora apenas si logran, los más afortunados, con cubrirse la piel con algunos visitantes que buscan olvidarse del mundanal ruido. Nombres propios que luchan por seguir erguidos mientras se encorvan sus paredes y se oxidan sus balcones. Lugares cuya historia morirá en su mayor parte cuando la tierra golpee el ataúd del último habitante que allí anduvo.
Iglesias románicas, atalayas, castillos,… piedras y tejas, polvo y caminos, muchas veces transitados pero cada vez, menos vividos. Silencios que van creciendo como zarzas a su libre albedrío, nostalgias que carcomen los recuerdos. El cáncer de la despoblación recorre nuestros pueblos.

Foto: Balcón en Modamio (Soria)

miércoles, 8 de abril de 2009

Volver...

Habla el periódico estos días de porcentajes y balances entre un ayer y un ahora en el que las cuentas arrojan resultados con tintes amargos. Escriben de esta tierra fría, como la de un desierto demográfico. Y lo es, o al menos tiende a ello, con esa perdida gradual de población que parece ser complicado de remediar. Dicen que esta tierra es poco atractiva para los nativos, y quizá eso duele tanto o más como ver como la desidia y el olvido institucional arraigan en esa tierra.

Volver, esa utopía que golpea en la cabeza de la mayoría que nos fuimos esperando regresar, pero nunca encontramos ese un sitio para hacerlo. Deambulas por otros lugares, sobrevives a la rutina diaria, incluso echas (o menos lo intentas) raíces en otra tierra que no es la tuya ni sentirás tuya, pero cuando algo te trae al ahora un soplo de aire del Moncayo, o una gota de agua del Duero, o simplemente unas líneas con los latidos de esa tierra, uno vuelve a sentir el dolor de la nostalgia. También la ilusión por volver, por reemprender inversamente el camino que nos llevo lejos, por regresar a casa. Perdón, por regresar al hogar, como hijos pródigos que somos….

Foto: Velasco, otro pueblo abandonado

martes, 10 de marzo de 2009

Latidos silenciosos

Apareció en mi camino como un regalo de la primavera, entre los tímidos rayos de un sol de finales de febrero. Herido de muerte, aún le quedaban algunas fuerzas para librar batalla, quizá la penúltima, contra esa carcoma que es la despoblación y el olvido.

El río, columna vertebral, es el único que osa romper ese silencio que se cuela entre esas calles desdentadas, y las casas que se encorvan como viejecillos que avanzan apoyados en bastón,.. pero aquí no hay cayados, sino postes que apenas pueden aguantar la inercia de los años y el peso de esa nieve que pesa aunque no caiga.

Piedra y adobe se entremezclan entre balcones de forja y calles de arena. Pensamientos recién plantados en unas jardineras que parece que nadie verá. Violetas y margaritas entre las piedras que un día fueron asientos a las puertas de esas casas que siguen esperando a esos dueños que ya no volveran. Brotes verdes de vida, en un mundo que agoniza lentamente.

El cuerno suena. “El pueblo te necesita” se lee en un cartel. Aún quedan algunos valientes soñadores que están dispuestos a pelear.

Foto: Valdanzuelo (Soria).

martes, 17 de febrero de 2009

Podría

Podría entretenerme jugando al escondite entre tus recovecos, adentrándome por ese hueco que un día debió albergar una puerta o asomarme por esa ventana que hace tiempo perdió hasta el alfeizar. Podría dibujar piruetas entre sus paredes desdentadas, y sentir el frío de esas piedras sedientas de calor de hogar.

Podría susurrar tantas historias que otros han vivido en aquellos lugares y que el tiempo ha condenado al olvido, que el vértigo de que ese castigo se cumpla me carcome por dentro. Apenas si soy un vagabundo en este mundo que se precipita hasta el vacío, apenas si tengo unas pequeñas manos que no pueden detener ese torrente de agua que lucha por desaparecer entre las grietas de la era moderna…

Podría ser, o acaso soy, un testigo mudo de ese derrumbe lento e impasible, un buscador de la belleza marchita, de las ilusiones rotas, o quizá… no. Quizá ese abandono sólo es la cuota que algunos pagaron gustosamente por vivir sus sueños,.. Quizá, tal vez, podría ser…

Foto: San Asenjo (Soria)

lunes, 26 de enero de 2009

Efimero

Donde ya nadie espera nació como un homenaje personal a todos esos lugares que mueren esperando que alguien los recuerde, y a todas esas personas que en algún momento de sus vidas se sienten así…

Me atraen esos lugares, perderme entre sus adobes y sus tejados encorvados. Permitir que mi mirada deambule por su calles, y no puedo dejar de imaginarme que mi vida no es muy diferente, aunque tampoco encuentre dónde están las similitudes.
Quizá es sólo una romántica nostalgia de lo que me quitaron en una parte de mi vida, lo que hace que vuelva a esos lugares que jamás pisé e incluso ni siquiera había oído hablar de ellos,... y sienta que vuelvo a casa... Quizá sólo soy una nostalgia de la vida, una lunática que busca un lugar donde sentirse ella misma, o simplemente ver y sentir que todo es efímero… también yo.