miércoles, 16 de junio de 2010

Sienten el afecto de lo que un día fueron sus vecinos, pero ya no reciben sus visitas. Fueron acogedores aunque no lo parezcan. No recuerdan el griterío de los niños,  ni los coros de gente en sus calles al final de la jornada. Guardan vida en sus entrañas pero no saben cuál será la suya. Sobreviven atrapados en la desmemoria, ausentes en su propia existencia avanzan moribundos en el camino del olvido.

Las hierbas emborronan veredas no transitadas, silencios no rotos, ausencias cada vez más hondas y más dolorosas…

Ellos también  padecen su particular alzheimer

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