viernes, 14 de noviembre de 2008

Mutismos

No se en qué momento fije mi vista en ellos ni qué descubrí entre esas paredes de adobes o piedras que se encorvan hasta besar al suelo. No se por qué siento esa atracción por asomarme por el ventanuco de una puerta raída por el tiempo. Soy como una niña cuando llego a esos lugares, observo con curiosidad, quizá esperando encontrar una historia a modo de cuento que explique tantos silencios y soledades, tantos abandonos forzosos y tantas anécdotas que han desaparecido a la par que las zarjas crecen. Lugares condenados al olvido, o a convertirse en lugares de peregrinación de domingueros. No se cual de las dos opciones me disgusta más.

Tal vez, en algún punto de esta larga caminata, uno no puede dejar de preguntarse si uno no es como ellos. Si no estaremos condenados también a desaparecer de la vida de algunos sin motivo aparente, a diluirnos hasta confundirnos con el fondo, y a caminar hacia atrás hasta perderse en algún rincón de la memoria volátil. No hablo de esas perdidas graduales que uno va teniendo, de esa comunicación fluida que alberga cada vez más silencios, sino de esas caídas al abismo, inmediatas, sin preámbulos, sin paños calientes; de esos mutismos que son potentes caldos de cultivo de desesperación e impotencia. Pienso en todos esas personas que viven sin que nadie eche de menos una llamada suya o una visita. Y en algún momento de esa rutina diaria, alguien se pregunta cuánto hace que no ves a fulanito, e inconscientemente te preguntas si le habrá pasado algo, pero no sabes ni a quién preguntar ni qué hacer.

2 comentarios:

almena dijo...

También siento una extraña sensación cuando me "asomo" a algún lugar abandonado.
Confiemos en que ningún precipicio del tiempo nos aboque al olvido repentino...

Un abrazo!

Tempus fugit dijo...

El vértigo a las alturas, al tiempo, al olvido, tiene una extraña atracción ancestral, quizás para recordarnos que al final...


besos