miércoles, 3 de septiembre de 2008

Paisajes interiores

No hay en su piel ni la lozanía ni la provocación de la juventud sino las huellas del tiempo atrapadas entre los surcos de las arrugas, la serenidad del crepúsculo en ese deambular hacia ninguna parte y las lágrimas derramadas en la soledad de un rincón. Es vagabundear por las reminiscencias de una historia que se borra en cada campanada de clamor, en cada palada de tierra, en cada corona de flores.

El olvido es la catarata en nuestra mirada, el caminar torpe por senderos que un día fueron vías transitadas, amargas mordazas a los recuerdos

No queda nada más que una fina capa de epidermis que apenas si sujeta a esos ríos de sangre que surcan las manos, retazos de piel que fueron soldados en la primera línea de batalla. Es desnudez propiamente dicha, el refugio del olvido, la alfombra raída de la apariencia, el derrumbe de castillos y fortalezas.

Sólo quedan nostalgias y recuerdos, veredas sin transeúntes, zarzamoras que nadie recoge e inviernos de abandono que en lugar de menguar, crecen…

Es lo que hay: arquitecturas personales y paisajes interiores, luces y sombras, hojas en blanco y álbumes vacíos, palabras y silencios, una reserva a nuestro nombre en un viaje con destino desconocido…

2 comentarios:

almena dijo...

Y tanta experiencia y sabiduría acumuladas en esos "paisajes interiores"...

Besos, guapa

Tempus fugit dijo...

¡Y tú sin avisar!
Bello y triste... como la vida misma.

besos